“Tardé años en darme cuenta de que estudio la masculinidad”, reconoce Rita Segato (Buenos Aires, 1951). La antropóloga y escritora argentina, una de las mayores promotoras del feminismo latinoamericano sostiene que la lucha por la reivindicación de las mujeres beneficia a toda la sociedad y que la mentalidad bélica cambiará cuando se desmonte la masculinidad.
Autora de títulos como La guerra contra las mujeres, Pedagogías de la crueldad o La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas, este último relacionado con los feminicidios en Ciudad Juárez, Segato visitó México para impartir conferencias en San Luis Potosí y en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Durante su visita a México estuvo en San Luis Potosí donde se reunió familiares de víctimas de feminicidios.
Así es, en San Luis Potosí hay un problema grave. Di una conferencia en el campus Tamazuchale de la Universidad Autónoma San Luis Potosí. Le dije al secretario de Educación del estado que me parece una barbaridad que hayan anulado la alerta de género. Ningún juicio por feminicidios ha llegado a buen destino o ha encontrado justicia. Solo se puede levantar la alerta de género cuando hay justicia.
Es paradójico que ante la pujanza de los movimientos feministas, los feminicidios no disminuyan, ¿no?
Durante mucho tiempo dentro de la fila de los feminismos pensamos que con leyes íbamos a corregir las prácticas. Evidentemente eso poco sucedió y debemos reconocerlo. La sociedad se cambia en la sociedad. Inclusive pese a en algunos países se aplican sentencias contra los agresores, eso no garantiza que se retiren de la calle algunas personas peligrosas. El trabajo es dentro y fuera del Estado, es necesario un cambio de mentalidad. Conozco mucho México, vengo desde que tengo 19 años, una o dos veces por año y corregir esto es muy difícil, es un país muy conservador. En la ONU existe la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) y ahí se establece que algunas costumbres que son delitos, es impresionante porque equivale a que algunas costumbres, son crímenes. A la gente todavía no le ha llegado un discurso capaz de persuadir y disuadir de que hay cosas que deben cambiar.
¿Cómo cambiar lo normalizado?
Primero haciendo entender que las luchas por la reivindicación de las mujeres son válidas para los hombres y toda la sociedad. La situación actual daña a todo el mundo. Cuando empecé a estudiar violencia de género, escuché de los violadores decir: violé y sentí que me había muerto. Incluso el feminicida es un dañado. Hay muchos hombres que están reconociendo eso. Cuando digo abajo el mandato de masculinidad, me refiero al mandato que le obliga a un hombre a imponerse por la fuerza y dominación. Muchos hombres ya se dan cuenta que esto les perjudica. En todos los países del mundo los hombres mueren antes que las mujeres, piensan que es mejor probarse machos, aunque eso los lleve a una muerte temprana. Una vez me preguntaron en Buenaventura, en la costa pacífica colombiana, ¿cómo paramos esta guerra? Una guerra es para limpiar territorios y en esa región era necesario hacerlo para construir los puertos que van a transitar entre América del Sur, el Pacífico y Oriente, entonces se hace mediante el terror, la violencia y la crueldad. La única forma de parar esa guerra es desmontando el mandato de masculinidad. De manera forzada se recluta a jovencitos y niños para que prueben que son hombres. Y eso muchas veces se prueba mediante la violencia, la ausencia de empatía y la crueldad.
Usted como otras pensadoras, sostienen que el capitalismo y la lógica del mercado es patriarcal.
Sí. Tardé años en darme cuenta de que yo estudio la masculinidad. Soy una feminista que estudia por qué las mujeres son llevadas a sufrir de la manera en que sufren. Mi tema no es tanto la violencia doméstica, sino en las nuevas formas de la guerra. Cárteles, guerras represivas.
Lo que llamó el segundo Estado, en su trabajo sobre los feminicidios en Ciudad Juárez.
Sí, también lo llamé una segunda realidad. Ahora prefiero hablar de un paraestado, una paraeconomía, una paralegalidad, parapolicía y una paracomunicación. Al estudiar la masculinidad también estudio el poder. La relación o la jerarquía de género es la primera estructura de poder que se replica y es al mismo tiempo, la plataforma del patriarcado. No es casualidad que hacia el tiempo presente, el multiculturalismo, que no fue más que la propuesta de Occidente con la caída del Muro de Berlín, se diera por concluido tras la primera presidencia de Trump y pese a que otorgó a cada identidad política un espacio en el mercado. Una vez caído el multiculturalismo, esto quizás es una novedad de los últimos años, todos los frentes políticos que promueven, apoyan y respaldan el proyecto de la acumulación-concentración, convergen en su oposición a las reivindicaciones de las mujeres, eso nos habla de todo lo que amenazamos los movimientos feministas. Estamos amenazando algo que ni nosotras mismas sospechábamos. ¿En qué afecta una mujer que quiere hacer un aborto a un gran empresario?
¿Cuál es su hipótesis?
La soberanía sobre el propio cuerpo derrumba ese subsuelo, el cimiento del edificio de todas las desigualdades y de todos los poderes; y eso hace reencaminar la historia en otra dirección.
Ahora hay presidentas, ¿eso representa un cambio o las estructuras siguen siendo masculinas?
Las funciones y los cargos tienen género. Al feminismo nos falta una categoría fundamental, la conciencia de género. No basta ocupar un cargo porque estamos entrenados a funcionar como los cargos exigen, a no ser que la persona en el puesto haya desarrollado una conciencia de género que le haga saber que existe una politicidad de tipo femenino. Pero es raro porque todavía falta mucho para adquirir esa conciencia de que el cargo puede secuestrarte.
¿Cree que vivimos un momento en el que las masculinidades se están replanteando?
Hace falta un estudio sobre eso. En mi experiencia particular diría que sí porque cada vez veo más hombres que encuentran un punto interesante en lo que propongo. Pero más importante que eso, me parece, es trabajar en metas de felicidad distintas a las que conocemos en el mundo actual. Como antropóloga he observado dos proyectos históricos en tránsito. Uno es el de las cosas y el otro de los vínculos. Un proyecto histórico es la persecución a través del tiempo de una meta de felicidad. O sea, ¿qué meta tenemos? Hay personas que al final lo que detectan como felicidad son los vínculos; y otras que, que la ubican en la apropiación y el consumo. Mientras que los vínculos generan comunalidad, las cosas terminan por cosificar al individuo. La realidad es que todos vivimos con un pie en cada uno y lo ideal sería encontrar un equilibrio. Sin embargo, la realidad nos muestra que a veces tenemos que sacrificar vínculos para conseguir cosas, y que a veces invertimos cosas en preservar vínculos. Creo que este dilema sintetiza los problemas de nuestro tiempo.
Argentina durante muchos años fue el país más adelantado en términos de legislación sobre equidad de género. Hoy parece que va en sentido contrario.
Soy una persona que carece de gran fe estatal. Han habido muchas iniciativas dentro del Estado, pero si el camino no es anfibio, o sea, si el camino no va a pie a tierra, cara a cara, cuerpo a cuerpo, en el cotidiano, en la vida, no funciona. El Estado solo no consigue transformar la sociedad. En México hay una distancia muy grande entre la capital y el resto del país. El problema del Estado es que no tiene la gran capacidad transformadora, como habíamos pensado.
¿Cree que estas discusiones o debates se están quedando en las élites?
En las élites que acceden a las llaves del Estado, quien no forma parte de las élites aleja. Hay una exterioridad permanente entre el Estado y aquello que gestiona y administra como son los territorios y las personas. Permanece la exterioridad colonial. La colonialidad del poder, que es mi perspectiva teórica.
Sí, pero el clasismo es colonial entre nosotros. Y una cosa que, en México, al igual que en mi país, no está nombrada y es la raza. Veo la publicidad del hotel donde me hospedo y quienes sirven son oscuros y los clientes blancos o rubios. La raza esta ahí, no es solo clase.
¿Trascender esto es el gran reto del feminismo?
El gran reto es la conciencia crítica. Ya no hablo de izquierda o derecha porque hemos tenido decepciones brutales. Y esas decepciones tienen que ver también con el campo del género, pienso en Ortega o Evo Morales. El deseo de poder se manifiesta primero en cómo las personas abordan su relación de género. Si alguien tiene una actitud de dominación hacia los cuerpos debe hacernos sospechar sobre cómo se comportará con relación a la nación.
¿Qué le hace tener esperanza o fe, hoy día?
El Estado mexicano actual me produce una alegría y esperanza porque está encabezado por una mujer capaz e inteligente, el problema es que no siempre se puede tener esto y en ese caso el trabajo es como decía el gran intelectual peruano Aníbal Quijano, apunta hacia el movimiento de la sociedad. Ese es el movimiento de la historia, y lo que queremos, por lo menos yo, es una reorientación de la historia hacia hoy hacia un horizonte más benigno.
Leave feedback about this