Ahora abra los ojos, avance rápidamente hasta el día de hoy y pregúntese: «¿Estoy luchando con el hecho de que mi hijo no ha recibido todas las A desde primer grado y ahora es un estudiante de C en noveno grado?» “¿O mi estudiante de último año me acaba de decir que quiere tomarse un año sabático y encontrarse a sí misma?” “O mi hijo de 5 años se niega a practicar el deporte que amo y llora en cada partido que juega”. Entonces su visión y sus expectativas podrían sabotear la relación con su hijo.
Expectativas de los padres frente a las necesidades del niño
Nosotros, como padres, luchamos más cuando nos quedamos atrapados en la utopía mental de visiones y expectativas de nuestros hijos que no tienen lugar ni espacio para la imperfección. Y muchas veces, esta lucha se agrava cuando definimos a nuestros hijos por quiénes son y quiénes queremos que sean. Sufrimos más como padres cuando buscamos una vida para nuestros hijos que no les pertenece. Cuando no se cumplen las expectativas, sobreviene el dolor y, a menudo, culpamos a nuestros hijos que no estuvieron a la altura de nuestras expectativas, incluso si nuestras expectativas no son razonables. La mayoría de las veces, las expectativas provienen de lo que estamos acostumbrados, del crecimiento de nuestra familia o de nuestra propia personalidad.
Nos enseñan a imitar algo y a querer algo que proyectamos en nuestros hijos, que no nos pertenece ni a nosotros ni a nuestros hijos, lo que al final provoca sufrimiento. Si usted creció en una familia en la que todos fueron a la universidad y a estudios de posgrado para seguir una carrera en derecho, la mayoría de las veces esperará, como mínimo, que su hijo vaya a la universidad. Pero, ¿qué pasa cuando dice que no quiere seguir una educación superior, sino una escuela culinaria para convertirse en chef? ¿O qué sucede cuando su adolescente decide abandonar los clubes de matemáticas y ciencias y dedicarse a las artes creativas? La incapacidad de liberar esas expectativas crea no sólo una barrera entre la relación entre padres e hijos que bloquea la comunicación efectiva, sino que también es perjudicial para el sentido de identidad del niño.
Expectativas poco realistas de los padres
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